LA FOTO “MUERTE DE UN MILICIANO”: ¿FUE UNA PUESTA EN ESCENA?

Documental que descifra la verdad detrás de la icónica foto atribuida a la leyenda del fotoperiodismo de guerra, Robert Capa, “La sombra del iceberg”, del periodista de investigación español Raúl Riebenbauer, se encuentra finalmente en Youtube y aporta elementos probatorios que indicarían que se trata de una puesta en escena. Descúbrelos en la siguiente foto interactiva.

Por: Redacción

.

Leer Más

GERDA TARO: Morir en el frente

Gerta Pohorylle o Gerda Taro fue la primera fotógrafa de guerra en morir en el frente de batalla y el genio detrás del nombre Robert Capa.

Por: Redacción

La guerra en Ucrania viene cobrando la vida de al menos 21 periodistas, entre los que se encuentran camarógrafos, fotógrafos, reporteros, productores y asistentes según un informe de la ONG Campaña Emblema de Prensa (PEC) publicado el 23 de abril pasado. De todos ellos y ellas, 14 perecieron al cambiar la palabra por la acción y se alinearon a las tropas ucranianas o se sumaron a los voluntarios en las zonas más álgidas de conflicto.

Son, pues, las últimas víctimas de una lamentable lista de periodistas que a lo largo de la historia y en guerras varias, cayeron en el ejercicio de la profesión.

En esta larga lista destaca el nombre de una menuda alemana, que resaltaba tanto por su olfato periodístico como por sus convicciones libertarias: Gerta Pohorylle, quien cambió su nombre a Gerda Taro y se convirtió en la primera mujer fotógrafa de guerra en morir en el frente.

“Pequeño zorro rojo”

Apodada así por su baja estatura y su pelo rubio rojizo, Gerda se desenvolvía con soltura en el París de entreguerras. Proveniente de una familia judío polaca asentada en Stuttgart, Alemania, había recibido una educación privilegiada. Hablaba el francés con naturalidad, lo que le permitió conseguir distintos trabajos que le permitieron sobrevivir, aunque precariamente.

Fue mecanógrafa de un consultorio de psicoanálisis, trabajó también redactando pie de fotos para varios periódicos, gracias a lo cual conoció el negocio editorial desde dentro.

“Al estar dentro, sabía cómo funcionaba la industria, la oferta, la demanda, qué fotos van en portada. Ella descubre que las fotografías no dependen solo del fotógrafo, sino del editor gráfico, si le gustan o no”, cuenta Lorna Arroyo, doctora en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Jaume I y cuya tesis doctoral es la primera investigación científica dedicada a examinar la obra de Taro.

Manejó primero una cámara Rolleiflex en 1936, cuando llegó recién a España a cubrir la guerra civil junto a su pareja, el húngaro André Friedmann, y, al año siguiente, ya por su cuenta, comenzó a usar una Leica.

↑ En 1936, a inicios de la cobertura de la guerra civil española, Gerda Taro usaba una cámara Rolleiflex, de formato cuadrado, mientras que Endre Friedmann usaba una Leica.

Taro estaba entregada no solo a su trabajo como fotoperiodista de guerra sino a sus convicciones republicanas, por ello asumió como una causa personal la lucha antifascista que se vivía en España. Temía que el fascismo se extendiera por Europa y, siendo ella judía, veía con preocupación esta posibilidad.

El tiempo le dio la razón. Años después de su muerte, en el punto más álgido de la Segunda Guerra Mundial, toda su familia pereció en el campo de concentración de Auschwitz.

“Esta mujer perdió la vida defendiendo sus ideas, su trabajo y sus valores”, sostiene Lorna y agrega “Estudié las fotos de Gerda, las de Navacerrada que tomó en enero (de 1937). Es una zona muy fría de España, está nevada. Ahí están los soldados republicanos que llevaban un montón de tiempo sin ver a una mujer y en una guerra y ahí estaba ella haciendo fotos con la habilidad suficiente como para que no la mataran, no la violaran”.

En 1937, mientras cubría en el frente de Brunete para las revistas francesas Regards y Ce Soir bajo su propia firma, “Photo Taro”, fue herida mortalmente. Había llegado ahí para cubrir el Segundo Congreso Internacional de escritores en defensa de la cultura y aprovechó sus contactos para llegar hasta el lugar de batalla donde se encaramó en el tanque republicando donde iba nada menos que el jefe de las Brigadas Internacionales, el General Walter (Karol Wacław Świerczewski, de Polonia).

De pronto, un ataque de la aviación la hizo caer el suelo y ser arrollada por el mismo tanque donde había estado. Resultó herido también el reportero canadiense Ted Allan.

El vehículo aplastó la parte inferior de su cuerpo provocándole heridas mortales. Fue trasladada a un hospital de El Escorial donde pese a ser prontamente atendida, murió el 26 de julio. En el documental La Maleta Mexicana, donde se narra el hallazgo en 1995 en México de miles de fotos de la guerra civil española de autoría de Taro, Capa y David Seymur (Chim), la ex enfermera Irene Golden, quien fuera una de las personas que atendieron a la herida fotógrafa, recordó sus últimas palabras: “¿alguien se encargó de mi cámara?”.

Su funeral fue un evento masivo que recorrió las calles de París en un cortejo organizado por el Partido Comunista Francés y al que asistieron intelectuales y artistas de izquierda. Iba a la cabeza su padre, Heinrich Pohorylle y un desconsolado André Fridmann. Fue declarada mártir antifascista y su vida, un ejemplo de heroicidad. Entre quienes pronunciaron discursos fúnebres, se encontraba el poeta chileno Pablo Neruda.

Su cuerpo fue finalmente enterrado en la división 27 del cementerio Pére Lachaise el 1 de agosto de 1937, el mismo día en el que hubiera cumplido 27 años. Su tumba, esculpida por el artista Alberto Giacometti, muestra un lacónico Horus, vigilante.

Desde entonces su nombre pasó desapercibido en la historia del fotoperiodismo, opacado por la fama de su entonces pareja. Pero no fue sino hasta el 2008 que su nombre volvió a sonar cuando se dio a conocer el hallazgo de la Maleta Mexicana. De las fotos encontradas, 800 eran de ella.

Ocho años después de este hallazgo, su nombre sonó nuevamente cuando apareció publicada en Twitter una foto donde se ve a un médico voluntario, John Kiszely, limpiando la sangre del rostro de una joven mujer. La foto, publicada por el hijo de Kiszely, tenía en el reverso el supuesto nombre de la paciente: “mrs. Frank Capa de Ce Soir de París muerta en Brunete”. Se trataba de Gerda.

85 años después de su muerte, llegué a la tumba de Taro en París. A diferencia de las de personajes como Edith Piaf (ubicada a pocos metros), Oscar Wild, Jim Morrison y otros, la suya no tiene flores, pero sí un negativo, una foto de ella con André Fridmann y una hoja blanca dentro de una mica que dice: “reportera, fotógrafa de Ce soir. Murió el 25 de julio de 1937 en el frente de Brunete, España, en el ejercicio de la profesión”.

Gerda llegó al frente de Brunete buscando la toma impactante, la imagen cruda que narrase el horror del fascismo y el dolor republicano. Asumió su rol de testigo de la historia y convirtió su pasión en una forma de vivir y, también, de morir.

Leer Más